Las mejores historias son las que no se narran, las que sólo florecen en el alma del testigo mudo, hasta el día que por impertinencia o por amargura se les suelta para aligerar el ropero de los recuerdos. Hay recuerdos que deberían de permanecer debajo de las piedras en el fondo de los ríos, en los rincones incómodos del alma, en el olvido de lo ocasional; pero hay recuerdos que luchan aguerridos, estorban la consciencia y perforan la razón. Hay recuerdos que muerden los cimientos de la conveniencia, que corren despavoridos en pos de la luz, respiran entre murmullos; conspiran en los pasillos dónde se gestan las más torrenciales decisiones que determinan la historia para finalmente ser conocidos. Nunca fue el primero pero iba adelante, nunca necesito un nombramiento porque él es, si aún vive, la encarnación misma de la autoridad. El teléfono timbró, la voz cortante del Mayor Pelado respondió como siempre, seco y cortante: - "diga lo demás" a pesar que él siempre