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El Crujir de la Media Noche

La casa está frente a una de las calles principales del Barrio Candelaria en San Salvador.  Rodeada por láminas de zinc oxidadas , en el borde frontal hay un árbol de aguacate que nunca ha dado frutos, en la esquina sur, una puerta de madera que sirve para disimular lo deteriorada de la lámina. Es una puerta falsa que no conduce a ningún lugar, pero aún sigue amarrada por sus bisagras a la estructura original de la casa de bahareque, que después de ser casa de familia a principios del siglo pasado, se convirtió en mesón y que finalmente se derrumbó con el terremoto del 86. La vieja puerta de madera ha sobrevivido invierno tras invierno, sujeta a un vestigio de bahareque de no más de 1.00 metro de ancho por 1,50 de alto. Allá por 1920 la casa era habitada por una viuda, su hija y la tía Lucrecia Alvarez .
El San Salvador de principios de siglo, se caracterizaba por sus calles empedradas, candiles en las esquinas y sus casas con puertas y balcones de madera. El barrio Candelaria tenía dos vías principales ambas corrían a uno y otro lado de la Iglesia con el nombre del barrio y que también es de madera y consta ya con más de 200 años de antigüedad. De día la actividad cotidiana transcurría con normalidad, la noche vestía al barrio de manera misteriosa. Próxima a la media noche, crujía el empedrado y crujían los sueños de los habitantes, los perros aullaban, los gatos corrían por los tejados, el sereno hacia sonar su silbato con anticipación y buscaba resguardo hasta pasada la media noche. Unos decían que era un carbonero que pasaba con su carreta cargada, otros que era un cochero que llevaba a algún personaje de alcurnia de los que vivían en el centro de San Salvador. Lo cierto es que un par de borrachos de la zona decían y defendían que era la Carreta Chillona . Chepe Rosales y Chepe Canizales, alcohólicos de oficio, uno porque barría la cantina y se encargaba de sacar a los clientes indeseables y el otro porque trabajaba como vendedor de una sacadera clandestina de chaparro en Santa Tecla. Lo cierto es que en sus borracheras habían quedado frente a frente con el espanto pero les había librado, que cerraron sus ojos y dado la espalda al paso de la fantasmagórica aparición, sin embargo se decía que el que no moría de inmediato, al día siguiente amanecía con sendas fiebres de las cuales la mayoría no sobrevivía, o quedaba medianamente loco.
El estridente quejido inundaba las calles cada media noche, y daba lugar para interminables platicas de otros hechos fantasmales. tampoco faltaba el hablador que alardeaba de su valentía y sobre qué haría ante tal aparición. Muchas versiones a favor y en otras en contra, pero una de las mayores detractores era una joven, conocida por su gusto por la lectura y por círculos de conversacion reservado solo para hombres. De nombre Lucrecia Alvarez , sus argumentos eran bien recibidos por unos pero desechados por aquellos más conservadores. No fueron pocas las veces, que mientras los habitantes del Barrio Candelaria se reunía al final de la tarde para tomar atol shuco, que  Lucrecia Alvarez aprovechaba para exponer su lógica enciclopedica, pero siempre era interrumpida por Chepe Rosales y Chepe Canizales, con sus experiencias infernales. Cada tarde era un debate, a muchos provocaba risa y a otros temor. Un día la gente se harto de los interminables altercados y propusieron que nunca mas se hablara del asunto,con la amenaza de no comprar más as el atol shuco a la hermana de Lucrecia. El asunto se acordó y así quedó durante un tiempo, pero un día la misma Lucrecia Alvarez , rompió el acuerdo y propuso - ¿nadie dice nada? - pero todos mueren de la curiosidad así que está noche, al llegar las 12 Yo misma saldré a saludar al cochero misterioso y mañana todo resuelto, nos veremos aquí a las 6 pm -. - Nadie vaya a faltar - replicó Lucrecia. Todos entraron a sus casas más tarde que de costumbre, cuchicheando, apostando sobre la veracidad de las palabras de Lucrecia. Esa noche la joven dispuso ordenar su habitación y luego se sentó a escribir un sendo discurso sobre lo irreal de los temas espirituales. Por su lado Chepe Rosales y Chepe Canizales decidieron tomar poco. La media noche se aproximo y el sereno tocó su silbato minutos antes de la media noche para lograr resguardarse. Chepe Rosales y Chepe Canizales corrieron al costado poniente de la iglesia, se metieron por el enrejado de la iglesia y se postraton al pie de la cruz de cemento que está en su lugar hasta hoy. Al silbato que marcaban las 11:45, Lucrecia salió de su habitación y se condujo a un pequeño corredor que enlazaba toda la casa, a la izquierda junto a la puerta del baño se encontraba un espejo de cuerpo entero, se paro firme, estiro su vestido, tomo paleton por paleton  alisando cada pliegue contando los 900 segundos que constaban 15 minutos en aquel reloj alemán marca Junjahans, cada segundo resonaba dentro de la caja de madera de Roble del reloj de pared. Era verano y considero que abrir la puerta de par en par a esa hora de la noche le podía afectar sus bronquios, así que dispuso abrir la persiana del balcón que estaba frente a la calle, pero también cambió de parecer porque podía dar lugar a mal entendidos y ella no estaba para enamorados, pues a su juicio, eso era una pérdida de tiempo. Su corazón latía fuerte y ya solo faltaban un par de minutos para la media noche. Chepe Rosales y Chepe Canizales miraban agazapados desde la entrada principal de la iglesia a la casa de Lucrecia. de pronto se escucho aquel espantoso crujir que venía calle abajo, Lucrecia  encendió la lámpara de la sala para hacer notar que ella estuvo despierta y finalmente decidió sólo ver por la hendidura de la puerta. Esa noche los perros aullaron como nunca, las aves se alborotaron y  se esparció un náuseabundo olor a cuerpos en descomposición. Eso nunca había ocurrido. A la mañana el bullicio en el barrio fue mayor, encontraron frente a la entrada de la iglesia los cuerpos sin vida de Chepe Rosales y de Chepe Canizales, la causa aparente, muerte por fiebre alcohólica, pero también murió Lucrecia Alvarez. Su hermana dijo que probablemente fue un ataque asmático. La verdad nadie la supo. Hoy, allá de vez en cuando, se escucha un lejano crujir, o solo serán pasadas de barriada.

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