El dolor no se olvida,
ni se queda perdido entre el tráfico del centro de la ciudad,
tampoco lo diluye el tiempo.
El dolor se aplaca y se maquilla con un colorete barato,
se disimula con una sonrisa retorcida,
se escapa en una lágrima indiscreta en un ardor de ojos.
El dolor es un difunto que se levanta de donde se entierre,
que se pega como sombra,
que se esparce como tufo.
Comentarios
Publicar un comentario