Al fondo del patio, donde se secan los últimos recuerdos de una infancia lejana, el granado está de fiesta; ha sobrevivido en un diminuto espacio de tierra, en donde otras plantas sobreviven también.
El granado creció en silencio, al arrullo de las sirenas en la pandemia, mientras la cuarentena se prolongaba como los ciclos de la vida; nadie vertió agua con regadera sobre él, ni lo podó, ni limpió de plagas sus hojas; el granado supo defenderse y sobresalir entre la hierba y el monte.
Ayer amaneció con visitantes, las abejas merodeaban su flor, el colibrí buscaba donde beberse el néctar escondido y el sol exaltaba su exaltación.
Hay fiesta donde hubo silencio, porque el granado prosperó.
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