Hace años dejé olvidadas unas letras sobre un plafón en construcción; entre el polvo y la arena los años pasaron, las palabras germinaron y se convirtieron en sombras, se escondieron en los rincones del alma de quién las encontró. Luego las palabras crecieron y fueron luz, compañía; fueron cualquier cosa, sin embargo, las palabras eran mías.
Las palabras me anhelaban, ellas me buscaban; una tarde, al paso de toda una vida, a la vuelta de una esquina, quién las poseía me abordó y después de un corto saludo, abrió su corazón y me dijo: -Un día mientras limpiaba, encontré este papel con tus palabras-, tomé la página doblada a la mitad, con signos de que continuamente era abierta y cuidadosamente guardada; la abrí con suspenso, con detenimiento y las palabras me sonrieron intactas, frescas y lozanas, saltaron a mí con alegría como salta mi perra Luna; saludaron y me preguntaron cómo estaba, qué había sido de mí. Agradecí a quien las tenía por no haber dejado que murieran, le pregunté: -¿Por qué guardaste esto?, me miró hasta el alma y me dijo: -Me hicieron compañía.
Nos despedimos y me fui con ellas, con suspenso esperaron una respuesta; las leí en silencio y las guardé, las llevé a mi nueva vida y ahora están conmigo inventando momentos, creando desafíos; unas putas, otras blasfemas .
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