Hace días dejé en remojo el tema del COVID-19, las recomendaciones están sobradas, es un abc que se resume en cuidado personal, esto no quiere decir aislarse o volverse indiferente al dolor de otros; quizá me hartó la crítica, los señalamientos, la politización en favor o en contra " de ".
La pandemia desnudó al mundo, a los gobiernos, los políticos y sus índices económicos, también a nuestras familias y a cada uno en particular. El COVID-19 dió un golpe certero no solo a la salud y a las finanzas; el coronavirus es en sí un asunto social y para debilitarlo hemos tenido que distanciarnos de nuestro entorno y de lo que somos, y es ese distanciamiento, el que nos está debilitando como individuos.
Cada uno tiene que reinventarse y absorber o retomar roles dentro de su propia familia: el rol de cazador o proveedor ese no cambia junto al cuidado de poder justificar a las autoridades el porqué estamos fuera de cuarentena y no tener que ir a parar a un centro de contención, salir a buscar provisiones no es una gran dificultad pero, ir midiendo los recursos económicos es otra cosa. Esto implica regresar a lo básico y sacar de la lista de nuestras existencias las pequeñas superficialidades que tanto se antojan, liderar esas decisiones en casa y cabildear es otro asunto; las tragedias siempre despiertan un sentido de solidaridad, es como un esporádico espíritu navideño, este tiempo es propicio para ayudar a los vecinos, a los familiares, a la comunidad.
Hace unos días vino un vecino, con quién la relación ha sido de "hola y adiós", trajo una bolsa llena de aguacates; eso dió lugar a retribuir la atención y poder conversar, nos separan dos casas y en años jamás habíamos platicado formalmente; esta tragedia desafía también nuestra capacidad de adaptación y de resolver los problemas caseros: una fuga de agua, un candado arruinado, un chorro que gotea, pues no hay ferreterías abiertas. Obviamente hay lugares como Ecuador en dónde hay que enfrentar estos pequeños problemas junto a la tragedia de tener, en la sala de la casa, el cuerpo de un familiar que no hay manera de como enterrarle y tienen que recurrir a incinerar el cuerpo en la calle.
Antes de quejarnos y criticar, solventemos los problemas del nuevo mundo al que el COVID-19 nos ha relegado.
Saludos
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