La grandeza de los detalles no tiene valor. La menor de mis hijas entra en el cuarto de cocina y pregunta si hay una hornilla libre. lleva en su mano una tabla para picar verduras, una en forma de manzana, un cuchillo y una hoya para freír, mi madre la mira de reojo. también la mayor de mis hijas y ambas sonríen con bastante disimulo. le hacen espacio y la que hasta hace un tiempo era la enemiga número uno de la cocina la grasa y los platos sucios comienza su labor. Con mucha seguridad y concentración pica, mezcla y sofríe. se mueve con seguridad y libertad en un espacio muy reducido, como sabiendo de memoria cual es el siguiente paso. Los años han pasado y la nena de pelito castaño, la consentida de mi difunto padre, ha comenzado a tomar responsabilidades. Sigue teniendo una apariencia tierna y caprichosa pero ha crecido y hoy le he visto tomando un lugar no solo en la cocina, se ha comenzado a abrir paso en la vida. De pronto se vuelve y me mira fija a los ojos como siempre lo hace y me dijo si quería del platillo que había preparado. Mi hija mayor solto la carcajada y mi madre la abrazo. Hay días que nos regalan tesoros.
¿Puedo titular algo tan grande como la vida? ¿Acaso puedo poner un tema sobre algo desconocido, incierto e incluso invisible? Menos lo puedo saber. Veo lo que está delante de mí, aunque tampoco lo entiendo. Veo cómo en ocasiones el dolor se apresura sobre mí para quedarse durante muchos días. Mientras que la felicidad apenas se asoma. ¿Qué puedo esperar cuando no hay nada que esperar? ¿Cómo puedo anhelar cuando no hay deseo? El deseo huyó lejos. Mientras tanto, veo mi sombra proyectada sobre una roca eterna. Quizá a esto le llamaré vida.
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