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Me desveló y de choto


Cada vez que pasa un vehículo, se rompe el silencio de la noche, cada vez que algún espíritu chocarrero deambula se queja la calle. Cada vez, cada día, cada noche, todos los días la calle se lamenta; el crujir se escucha que corre entre las sepulturas e inquieta a los finados con eso de las exhumaciones, a los internos del hospital vecino y a mi. Cada jueves que viajo a San Miguel me hospedó en casa de mi amiga Elida, quien vive a unos metros del origen de ese incansable "bloc, bloc". Es una tapadera de aguas lluvias que se encuentran al centro de la calle, de norte a sur en en donde la 6a. Calle Poniente cruza la Avenida Roosevelt. Allí precisamente, desde hace un año, por la premura del Carnaval de San Miguel quedó ese detallito que me arrulla el insomnio y me hace esperar la alarma para hacer mis propios ruidos. Gracias Miguel Pereira porque sin ser Migueleño igual, me desvelo y de choto.

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Le llamaré vida

¿Puedo titular algo tan grande como la vida? ¿Acaso puedo poner un tema sobre algo desconocido, incierto e incluso invisible? Menos lo puedo saber. Veo lo que está delante de mí, aunque tampoco lo entiendo. Veo cómo en ocasiones el dolor se apresura sobre mí para quedarse durante muchos días. Mientras que la felicidad apenas se asoma. ¿Qué puedo esperar cuando no hay nada que esperar? ¿Cómo puedo anhelar cuando no hay deseo? El deseo huyó lejos. Mientras tanto, veo mi sombra proyectada sobre una roca eterna. Quizá a esto le llamaré vida.

Engañados por su engaño

Siempre hay uno que engaña a una tercera parte. Siempre hay uno que mueve a muchos. Siempre hay uno que engaña para hacerse un trono. Siempre hay uno que dice: "No morirás". Siempre hay muchos que además son engañados por su propio engaño. Desde épocas y tiempos; El uno, así como los demás, Serán derribados por su altivez. 

Hijo tené cuidado

Al salir por la mañana el clima estaba fresco, el vehículo tardó en encender; eran las 6:05, aunque parecía más temprano, da la impresión que el sol ya comenzó a salir mas tarde y a ocultarse antes; mi madre se asoma a decirme: "Tené cuidado, Dios te bendiga".  A sus 86 años mi mamá representa una generación de padres que marcó la pauta y no rehusó la responsabilidad de formar y educar. Todos los nacidos entre los 60's y 70's supimos que una mirada representaba un: "váyase para su cuarto que esta es una plática de adultos", "después hablamos". Mis padres no amagaban ni se arrepentían: verguiada ofrecida, verguiada dada.  La sicología del chancletazo, cincho, jalón de pelo, pellizco; no faltaba en casa; otros, se vieron expuestos a doctrinas radicales, como: el cordón de la plancha, la raja de leña, el lazo con aceite, a lamerse la espalda con sal para resolver conflictos entre hermanos. Mi madre cursó hasta segundo grado de primaria, pero eso le b